El promisorio escenario para los orgánicos chilenos

Publicado En: mayo 8, 2017Categorías: Sectoriales

El promisorio escenario para los orgánicos chilenos

Paloma Díaz Abásolo
Reportajes central
El Mercurio

  • La homologación de normas con la UE no solo es bien recibida por su eficiencia, sino que también sienta las bases para negociar con EE.UU., Brasil y Suiza, algo que ya está realizando el SAG.

Durante los últimos cuatro años, el crecimiento de las ventas de productos orgánicos en la Unión Europea (UE) muestra tasas de dos dígitos -con un alza de 13% al cierre de 2015- y se acerca a los 30 mil millones de euros en ventas al año, siendo el segundo mayor mercado a nivel mundial para esta categoría, luego de Estados Unidos.

Y su atractivo es mayor tras la reciente firma del acuerdo de homologación de la normativa para estos productos con Chile, realizada el 27 de abril, luego de cuatro años de negociación, porque se convierte también en un aliado estratégico para la producción orgánica nacional. Se trata del primer reconocimiento de ese tipo que los europeos cierran con un país que no es miembro de la Comunidad y esa condición, según estiman autoridades del agro, impulsaría a los importadores de la UE a mirar con otros ojos a Chile, además de poner al país en una posición más expedita y de pantalones largos en el ámbito orgánico para negociar con otros mercados.

En concreto, el acuerdo reconoce que las normas chilenas para certificar la producción orgánica son equivalentes con las europeas, por lo que si un agricultor cumple con la normativa local, el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) lo validará en forma instantánea ante los europeos, sin necesidad de contar con un certificado o requisitos adicionales para ese destino.

El primer beneficio concreto para los productores es el ahorro que genera, que sería de 15% respecto del valor actual de una certificación que considere las normas chilena, europea y estadounidense, según estima la empresa certificadora IMO Chile, lo que equivale a unas 10 UF o 265 mil pesos. Pero no es el único. También se simplificarán los requisitos y documentos que se necesitan, y aumentarían las oportunidades de negocio en ese mercado, donde hoy los principales envíos chilenos son arándanos, manzanas y vinos, por unos US$ 41 millones al cierre del año pasado (ver infografía).

«Este acuerdo es una gran posibilidad y ventaja en relación con otros países con los que estamos compitiendo y es también una muestra de confianza institucional enorme», afirma el agregado agrícola de Chile en la UE, Rodrigo Vega, quien también lo ve como una opción real para sumar a los pequeños productores al carro exportador

Ir por más destinos

Un par de días antes de firmar el acuerdo con la UE, en medio de un taller para fortalecer los sistemas de control orgánicos en Latinoamérica, las autoridades del SAG se reunieron con sus pares del Departamento de Agricultura de Estados Unidos en el Minagri para proponerles trabajar en un reconocimiento similar, mostrándoles los detalles de las normas chilenas y qué les interesaría negociar.

El Ministerio de Agricultura ya tiene listo un análisis técnico y normativo que compara las normas chilenas con las estadounidenses -el principal destino para los productos orgánicos chilenos- y solo esperan el nombramiento de las autoridades correspondientes en EE.UU. para concretar el primer paso para iniciar una negociación, lo que ocurriría durante mayo.

«Yo creo que no es lo mismo negociar con EE.UU. teniendo el acuerdo firmado con la Unión Europea, porque eso nos posiciona y nos da un nivel de confiabilidad más alto», asegura el jefe del subdepartamento de agricultura orgánica del SAG, Claudio Cárdenas.

También están en conversaciones con Suiza para llegar a un acuerdo similar al de la UE, lo que sería especialmente atractivo para los agricultores chilenos, ya que es el quinto país de Europa con más ventas de productos orgánicos, con el mayor consumo per cápita, de 221 euros en 2014.

El esfuerzo de los suizos apuntaría un paso más allá de la negociación bilateral. El año pasado organizaron una reunión en la que participaron la UE, Estados Unidos, Nueva Zelandia, Australia y Chile, con el objetivo de crear un acuerdo multilateral de equivalencia orgánica.

«La idea sería que se reconozca la equivalencia entre esos países y que la normativa sea administrada por una secretaría técnica sencilla, similar al Grupo Mundial del Comercio del Vino», proyecta Rodrigo Vega.

En Sudamérica, el SAG está negociando con Brasil para el reconocimiento de los sistemas alternativos de certificación de la producción orgánica en ambos países, algo que utilizan principalmente las organizaciones de pequeños productores.

«No es algo de la misma magnitud que lo que hicimos con la UE, pero sí nos permitirá reconocer nuestros sistemas de control y normativas para que los productos puedan ingresar como equivalentes al otro país», explica Cárdenas.

Impulsar la producción

De las 131.973 hectáreas certificadas como orgánicas en Chile, solo 8.455 hectáreas o el 6% corresponde a frutales, donde predominan la uva vinífera, arándanos y manzanos, los principales productos que exporta el país en esta categoría y que no ha mostrado cambios significativos en los últimos años.

Sin embargo, la aparición de nuevas especies intentando certificarse -aunque de manera incipiente- da cuenta de una mayor diversidad en el rubro a lo menos desde hace dos años.
«No tengo estadísticas totales, pero sí una sensación de que en Chile hay un crecimiento en superficie y en productos. Han aparecido clientes para certificar chía, quínoa, papas, nueces, almendras. La diversidad está aumentando», asegura Henrich Neisskenwirth, gerente general de la certificadora IMO Chile.

Esa incorporación de nuevos productos va acompañada de un mayor interés por producir en forma orgánica frutas como los arándanos, frambuesas y manzanas. «Siempre que hay malos precios en la producción convencional, aumentan los orgánicos, y creo que seguirá ocurriendo eso», afirma Neisskenwirth, quien lleva 18 años certificando productos orgánicos en Chile y observa un aumento constante de clientes en su empresa, pero no en forma exponencial.

Pese a esos movimientos de diversidad y precios, los números globales no se mueven, aún cuando el aumento en el consumo de productos orgánicos en los países desarrollados crece más rápido que sus plantaciones, lo que abriría opciones de negocio.

«La firma de estos acuerdos debe ir acompañada de información de mercado y medidas concretas que fomenten la producción orgánica en Chile para los productos que tengan oportunidades en Europa, un estímulo decidido por parte del sector público», plantea el productor de arándanos y ex presidente de la Agrupación de Agricultores Orgánicos de Chile (AAOCh), Carlos Klein.

La misma inquietud tiene Rodrigo Vega, quien cree que el acuerdo es la excusa perfecta para desarrollar ese tipo de políticas públicas, especialmente enfocadas en los pequeños productores y la investigación, y recalca que se deben tomar las decisiones lo antes posible.

«Indap tiene una oportunidad grande para desarrollar agricultura orgánica y hacerlo sería una señal clara de política pública frente a una opción de mercado. No podemos seguir haciendo más de lo mismo y este es un elemento diferenciador. Es necesario alinear las políticas públicas con la producción y la investigación», propone.

Diferenciarse y agregar valor

La viña Odfjell tiene 115 hectáreas repartidas en el valle del Maipo, Colchagua, Lontué y Cauquenes, todas manejadas en forma orgánica y en algunos casos, biodinámica. En 2013 decidieron certificar toda la producción de vinos como orgánica, según el mercado al que los exportan, donde Europa representa alrededor del 30% de las ventas.
Y la decisión no pasa por los precios, sino que por la afinidad que sienten algunos consumidores con los alimentos saludables y las prácticas amigables con el medio ambiente, que los posiciona con una mejor opción frente a la competencia.

«En el vino, los consumidores no están dispuestos a pagar un premio por un producto orgánico, pero sí es visto como un atributo positivo. Tienes que hacer un muy buen vino y que además sea orgánico», explica el gerente general, Alejandro Abarca, y añade que en los países escandinavos y en Alemania sí existen nichos donde ser orgánico representa una ventaja.

En ese sentido, plantea que el acuerdo con la UE les simplificará la rotulación de una parte de los vinos, ya que hasta ahora no se puede usar la misma etiqueta que en Chile, y cree que sería ideal para los vinos orgánicos chilenos homologar normativas con otros países. «Sería un camino súper provechoso para la industria nacional, especialmente si se puede hacer lo mismo con EE.UU. y con países asiáticos en una etapa posterior», propone.

La diferenciación a la que apuntan viñas como Odfjell con sus vinos -el principal producto orgánico que envía Chile a la UE- es un modelo que se puede replicar con otros productos, como frutas y salmones, ya que el acuerdo con los europeos también contempla la acuicultura orgánica, que en Chile no tiene una normativa oficial.
«Chile hoy no solo debe diferenciarse por la calidad y buenos precios, sino que por atributos adicionales, como ser orgánico, para mantenerse vigentes en el mercado», destaca Rodrigo Vega.

Henrich Neisskenwirth cree que también se abre una opción para procesar productos orgánicos, ya que hasta ahora era difícil conseguir ingredientes para algunos alimentos que Chile no produce, como azúcar, y con la homologación se podrán importar los insumos orgánicos de países que la UE reconoce sus normativas, como Argentina, Estados Unidos y Costa Rica, entre otros.

«Eso hará más fácil transformar nuestros productos primarios en productos con mayor valor agregado», plantea.

15% menos costaría certificarse para ingresar al mercado europeo con el nuevo acuerdo.

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