Elecciones y el Estado de Derecho

Publicado En: octubre 30, 2016Categorías: Columnas

Elecciones y el Estado de Derecho

Harold Brethauer M., vicepresidente de SAGO A.G.

El Estado de derecho significa mucho más que la mantención del orden público. Es la idea de que debemos ser gobernados por leyes conocidas, y no por decisiones arbitrarias de las autoridades. Este principio fundamental de la democracia, es justamente el que se ha visto amenazado por los ideólogos de la retroexcavadora, quienes sostienen que todas las reglas de la sociedad pueden y deben ser cambiadas por la simple voluntad de la mayoría a la cual, supuestamente, han sido capaces de interpretar.

Esto nos ha llevado a enfrentar una gran cantidad de reformas en un muy corto espacio de tiempo, donde la improvisación, la desprolijidad y la total ausencia de realismo en su elaboración, han acompañado a un discurso de marcado corte estatista que menosprecia el emprendimiento y la libertad económica. El resultado ha sido la caída de la inversión por tres años consecutivos, algo que no se veía en este país desde el gobierno de la Unidad Popular, y un crecimiento económico mediocre que se encuentra muy por debajo del promedio mundial y de las economías emergentes comparables a Chile.

Nadie discute que la reciente elección municipal fue una gran derrota para la coalición de gobierno, que no sólo perdió un gran número de alcaldes, sino también una proporción muy significativa de su caudal electoral. Resultado que se explica además del mal manejo económico, por escándalos de corrupción y una pésima gestión en diversos servicios dependientes del estado que han quedado de manifiesto tanto a nivel nacional como regional.

Nunca es tarde para enmendar el rumbo y éste es justamente el llamado que hacemos a las autoridades de gobierno y a todas las autoridades municipales recientemente electas. Se hace imperativo garantizar reglas del juego estables y claras, que hagan posible la inversión y el crecimiento. Mejorar la gestión del estado, transparentar el manejo de recursos y la designación de cargos públicos, para que la ciudadanía vuelva a creer que este país está gobernado por leyes que se aplican a todos por igual de forma justa y equitativa. Esa es, al final del día, la diferencia entre los países prósperos y los países fracasados.

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